domingo, 26 de octubre de 2014

Fortuna Sonríe- El marquesito

Hace tiempo leí un libro estupendo, no es el mejor que se haya escrito ni tampoco el más popular pero, me resultó tan ameno que termine devorando el primer y segundo tomo  en sólo un par de semanas. En ese libro el personaje principal se llamaba Kvothe. 

Por aquel entonces ya había terminado mi primera carrera y llevaba un par de meses trabajando. Lo recuerdo muy bien porque recientemente había perdido a una gatita llamada Telsy en circunstancias misteriosas y lidiaba con una plaga de roedores cortesía de los vecinos de a lado.

Era mi día de descanso por la mañana y me había propuesto recuperar todas las horas de sueño que pudiera. Me encontraba profundamente dormida cuando sonó mi celular. Era una vecina de quien me hecho amiga y me hablaba para decirme que una ambulancia había chocado con mi camioneta que estaba estacionada en la calle. 

Cuando llegué a donde estaba mi camioneta, me encontré a dos policías que habían visto el accidente y habían perseguido a la ambulancia en fuga. El golpe no fue de gravedad, como me lo esperaba, sólo se había roto el vidrio del retrovisor y rayado la puerta del copiloto y, como mi camioneta estaba asegurada, sólo tenia que hacer una llamada, aunque desafortunadamente no podía hacerla de mi celular y la vecina no tenia teléfono, así que caminé a un teléfono público que quedaba cerca. Una amiga, la hija de la vecina, me acompañó. 

Mientras llamábamos y esperábamos a que nos atendieran, vi a un gatito blanco que caminaba por en medio de la banqueta en dirección a nosotras. Como todos los gatos de por los alrededores eran salvajes y muy ariscos, lo deje pasar de largo para no asustarlo y provocar que saliera corriendo a la calle. Sin embargo el gatito se encaminaba peligrosamente hacia ella así que en cuanto se bajó de la acera le llame, sin esperar realmente que me hiciese caso. 

Mi sorpresa no fue sólo que me hizo caso, sino que caminó directo hacia mi y dejó que lo cargara y, abemus gatus, ahora no podía dejarlo, así que después de arreglarme con la aseguradora lo llevé a mi departamento dentro de una jaula que me había prestado mi amiga. Recuerdo que antes de entrar me santigüe diez veces porque para ese entonces tenía a Lucky y a otra perra muy brava llamada Pegy. 

Cuando estuve en mi cuarto con Lucky puse la jaula en el piso y la abrí no sin antes disciplinar a Lucky para que estuviera tranquila.  Primero se asomó una patita, luego la cabeza, con timidez pero sin miedo. Lucky se portó de maravilla y dejó que el gatito explorara y en cuestión de minutos ya tenia a los dos en mi cama. 

Ese mismo día lleve al gatito al veterinario para una revisión y me confirmó que era macho y que guardaba buena salud. En  unos días Lucky y el gatito, a quien llame Kuoz, haciendo alusión al personaje principal del libro, se hicieron buenos amigos. Kuoz resultó ser amante del agua, enemigo de la soledad y un excelente cazador.

Hoy en día Kuoz es un gato joven, travieso y vivaracho del cual he aprendido mucho pero, la lección más valiosa, la aprendí el día que lo conocí. Aprendí  a no renegar de los malos augurios ni de las malas situaciones  pues puede ser que tras esos eventos, el destino nos depare el conocer a alguien especial o nos envíe solución a problemas más graves como, una plaga de roedores.

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