domingo, 11 de enero de 2015

Fortuna Sonríe- Sombra gris



Recuerdo que llegué a vivir a Monterrey en el verano del 2010 sólo con un par de maletas y tremendas ganas de vivir. No era precisamente una chiquilla ya había cumplido los 20 pero jamás había estado lejos de casa y jamás había estado completamente sola, así que aquella experiencia me parecía abrumadora y fascinante a la vez. Venida yo de una ciudad pequeña y polvorienta, todo me parecía enorme, los árboles, las avenidas, los edificios, mi nueva escuela.

Antes de mudarme siempre me repetía: "Cuando viva sola voy a hacer lo que quiera, me voy a desvelar, voy a ir a montones de fiestas y a comprarme todo lo que quiera." Pero la verdad es que eso no ocurrió o al menos no como esperaba.

La casa a la que llegué la compartía con otras 8 personas, la mayoría extranjeros, estaba Pat un australiano, Tim y Rene dos alemanes, Bora de Corea y un par de franceses que sinceramente nunca me aprendí sus nombres y también había otras dos chavas mexicanas llamadas Andrea, además en la casa había dos perros labradores que desde que los vi me parecieron extraños, después sabría por qué.

Recuerdo que por las tardes me gustaba salir a caminar al parque que quedaba enfrente de mi casa.
Un día paseando en ese parque fue que conocí a Wendy, la chica más preciosa que jamás vi en la vida de veces aún me parece sentir la tersura de su piel bajo mis manos, sus ojos luminosos de un ámbar peculiar, la recuerdo andando delante de mi tremendamente esbelta y elegante.

Nuestro tiempo fue efímero pero no puedo evitar estremecerme cuando la recuerdo dormida a mi lado, le gustaba recargar la cabeza sobre mi brazo.

La verdad es que fue como una bendición haberme topado con ella, justo cuando me empezaba a sentir nostálgica por el lejano hogar. Así que siempre que volvía de la escuela, me dedicaba a pasar todo mi tiempo libre con ella.

Nuestro pasatiempo favorito era jugar a las escondidas en el parque, no era complicado porque había muchos árboles grandes y arbustos altos, yo casi siempre perdía. Por tal motivo, la última tarde que pasamos juntas fue precisamente jugando eso.

Recuerdo muy bien como sonriendo, me escondí detrás de un arbusto; aguardé en silencio sin moverme para no delatarme. Fue cuando escuche un sonido de llantas y un golpe.
Corrí a lado de mi amiga, el conductor se había ido y ella estaba en shock, su respiración agitada y el sonido que hacía, me llevaron a pensar que había algo malo con sus pulmones.

Entre unos amigos y yo la llevamos al doctor, la revisaron le pusieron medicina y nos mandaron a casa, no sin advertirnos que tenía que guardar reposo. Mientras unos amigos traían el carro, y otros arreglaban las cuentas, yo me quedé parada a su lado.

Entonces de repente sin previo aviso empezó a toser sangre y a desvanecerse, corrí para pedir ayuda, y todos vinieron de inmediato y se la llevaron cargada. Yo no tuve el valor para correr detrás de ella. Sabía que estaba muriendo.

Esa noche volví a casa sola. Me senté en el umbral de la casa, abatida y sin terminar de comprender lo que había pasado. Lloraba en silencio protegida por las sombras. Entonces una gata llegó de la nada y se acurrucó a mi lado.
Telsy había llegado a mi vida cuando más necesitaba de alguien que me reconfortara.

Es increíble cómo los animales, al menos en mi vida, han llegado cuando he necesitado de algo, ya sea consuelo, compañía, etc. Pero también cuando ha llegado el momento en mi vida en el que debo aprender algo importante. Por eso yo los veo como ángeles o maestros, que de la manera más sencilla, más paciente, más amorosa, que se pueden imaginar, como sólo un animal podría hacerlo, me han enseñado lecciones valiosas para convertirme en un mejor ser humano.

Wendy era una perra criolla cruza de Weimaraner, su pelaje gris ratón como terciopelo, hacía que por las noche se perdiera en la oscuridad, como si fuera un fantasma, sólo sus ojos ámbar resaltaban en la oscuridad, quizás por eso el conductor no la vio.

Wendy sólo duró un mes a mi lado, pero igual no dejo de agradecer por haberla conocido. Ella fue mi sombra de otoño allá por el 2010. Ya no hay dolor, ahora sólo sonrío al recordarla, sé que hay una amiga más esperándome al otro lado del puente…





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