sábado, 7 de febrero de 2015

Fortuna Sonrie-Frisman y Junior

Bueno a lo largo de varias publicaciones he mencionado a estos dos labradores que conocí recién llegando a Monterrey pero hoy quiero contar su historia...yo no recuerdo cuando fue la primera vez que los vi, creo que fue cuando apenas viajé para conocer la casa y al rentero, se llamaba Jorge...Sí ya se me va refrescando la memoria...recuerdo que la primera impresión que me llevé en esa casa fue cuando Jorge abrió la puerta y había un sujeto dormido en el piso...también recuerdo que había un coreano, de el no recuerdo su nombre, pero el fue la primera persona en hablarme de los labradores.

Fue una tarde volviendo de la escuela que conocí a las vecinas, la mayor alta y elegante de sonrisa afable y ojos despiertos y la menor esbelta y altiva, ojos oscuros que me recorrían como queriendo descifrar que clase de persona era yo...bueeeno en ese entonces no me di cuenta de ello, ahora mirando atrás y recordando estoy segura que eso hacia, me escaneaba intentando decidirse si le agradaba o no. Estaban en la cochera preparando la comida para los perros, en un principio pensé que era la esposa y la hija pero luego me enteré de la verdad.

Ellas me contaron que desde hacia tiempo, todas las tardes iban a darles de comer a esos perros porque al dueño, Jorge, no le importaban los perros. Me contaron que se dieron cuenta de ello porque un día cuando iban pasando por ahí, vieron dos pedazos de cuero tirados que les llamaron la atención y cuando se acercaron vieron que eran dos perros tan flacos que creyeron que estaban muertos porque estaban acostados con moscas.

Me contaron que hablaron con Jorge y que de alguna manera el permitió que fueran a darles agua y comida. Entre conversaciones descubrí que los perros llevaban meses así, que el dueño iba solamente una vez al mes y les desparramaba un costal de comida, además de que los perros tomaban agua no de una bandeja sino de un bebedero como el de los hamsters.

Fue cuando entendí porque la primera vez que conocí a los perros, sin saber su historia, pensé que había algo malo con ellos porque no tenían el tono muscular adecuado y se les notaban huesos que no deberían notárseles en otras palabras parecían enfermos.

También me contaron que la parte más dura de atenderlos era en invierno, ahí hay días tan fríos que en vez de sentir frió digamos en el brazo, lo que sientes es dolor, un dolor que atraviesa cada capa de piel y musculo y que se filtra en los huesos  que de pronto parecieran desquebrajarse. Por eso metían a los perros a una bodega que había en la cochera, no tenían donde mas protegerlos del frío. A Jorge no le importaban. No se si alguna vez le importo algo a alguien ademas de lucrar con las rentas de los cuartos...hasta donde sé ni siquiera era capaz de llevar a su hijo al doctor cuando enfermaba ¿Porque habría  de sentir remordimiento por dos perros moribundos.?

Y la verdad es que incluso a mi me tocó soportar su mezquindad, comenzó de manera inocente, cuando me cortaron el cable, pero luego siguieron otros servicios mas necesarios, al final me tocó tener que bañarme con agua fría, era noviembre.Por tal motivo no lamenté mudarme en cuanto encontré una nueva casa, salí prácticamente corriendo de ahí igual que lo hicieron otros...




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