Recuerdo que desde niña siempre me gustaron mucho los animales, por ese motivo con frecuencia solía llegar a casa con pajarillos pequeños.Mis padres nunca entendieron porque me gustaba recoger animales sucios y enfermos. Siempre solían deshacerse de todos los animales que llevaba o me obligaban a abandonarlos en algún parque.Siempre que hacían eso me sentía muy frustrada y triste y también sentía algo de resentimiento. Solía pensar "¡Que crueles son!"Pero yo era una niña y podía hacer nada al respecto.
Parecía como si a nadie le importase el dolor ajeno, lo veía en las calles, no era sólo indiferencia hacia los animales, también hacia otras personas. Llegué a pensar que había algo malo conmigo porque en ese entonces yo no conocía a nadie que sintiese lo mismo que yo. Nunca había conocido a nadie que me hablase de compasión, no sabía que significaba yo sólo sentía mi corazón comprimirse o agitarse en ciertas situaciones y esa siempre fue mi brújula. Decidí que no importaba lo que viera en la calle o lo que me dijesen mis padres yo seria diferente.
A los 11 años ya solía ir a algunos hogares de niños a ayudar en lo que pudiera y a compartir, la pasaba bien pero sentía que algo me faltaba, luego empece a visitar asilos, pero sentía que algo me faltaba, luego empece a ir a hospitales pero a pesar de que me resultaba edificador, sentía que algo me faltaba. Fue hasta preparatoria que junto con una amiga, tuvimos la oportunidad de participar en la creación de una asociación protectora de animales y ahí fue donde descubrí mi vocación. Lo amaba, no creo poder describir lo feliz que me hacia ir al refugio, el trabajo era duro y sucio, pero a mi nunca me importó a que hora o cuantas horas se me requiriera, siempre estaba dispuesta.
Mis padres protestaron un poco al principio, primero que nada porque no querían que descuidara la escuela pero mis notas eran buenas y me veían tan feliz y comprometida que eventualmente lo fueron aceptando, no sólo eso, además con el tiempo y conforme llegaba cada nuevo animal de visita, fue cambiando su forma de pensar y creo que también su forma de sentir. Llegó el tiempo que tuve que irme de casa a estudiar lejos y tuve que decirle adiós a todo lo que amaba, también a mis mascotas, en ese entonces tenia 4 perros, fue lo que más me pudo por que no pude explicarles por qué me ya no me iban a ver.
Pero no pude dejar mi vocación. Para cuando llegó Lucky a mi vida, ya habían pasado muchos más animales. Los recogía, los rehabilitaba y les conseguía una hogar. Pero la fortuna de Lucky era otra.
No hacía mucho que nos habíamos mudado al nuevo departamento cuando encontré a Sheika.
Sheika era una pastor alemán pura de unos 5 años de edad con quien me topé un día por la calle. Estaba literalmente en los huesos y cuando la vi por primera vez tenía su cabeza dentro de un bote de basura.
La mayoría de las personas se la pensaría 2 veces para acercarse a un pastor alemán gigante hambriento y sarnoso pero yo ya tenía algo de experiencia de campo y de ninguna manera me sentía intimidada, aunque no quiero decir por eso que no guardara un cierto prudente respeto.
Junto con una amiga la subimos a mi camioneta y la llevé a mi departamento. Le dimos de comer, la bañamos y la llevamos al médico. Quería esterilizarla lo más pronto posible para darla en adopción pero como estaba muy flaca era imposible, tenia que esperar.
Sheika y Lucky al principio se llevaron muy bien y los destrozos de Lucky se redujeron. Dicen que los pastores alemanes son como los reyes de los perros, porque son muy inteligentes y además tienen una compulsión a mantener el orden, siempre están alerta, les gusta que se sepa que los que mandan son ellos y supongo que Sheika procuraba meter en cintura a Lucky siempre que las dejaba solas.
En una ocasión que volví a casa, me había tardado más de la cuenta y se había hecho de noche. Cuando llegué al final del pasillo del patio, me lleée un susto terrible al encontrar la luz de mi cuarto encendida. Lo primero que pensé fue que alguien se había metido a la casa a robar y habían lastimado a las perras, pero no, resulto que Sheika había encendido la luz.
Con el tiempo Lucky y Sheika empezaron a pelear, por el título de reina; supongo que era algo inevitable.Guardo una linda cicatriz en mi dedo de un día que me metí a separarlas. Algunos pensaran que es estúpido meterse en medio de una pelea de perros, pero en ese entonces únicamente me pasó por la mente proteger a Lucky. Desde entonces tuve que tenerlas separadas.
Al final Sheika alcanzó el peso adecuado y la pudieron operar. Dijeron que había tenido varias camadas a lo largo de su vida y que al abrirla habían encontrado muchos quistes pero que ahora que los habían removido le esperaba una larga y feliz vida.
A Sheika la adoptó una pareja madura que tenían otro pastor Alemán llamado Boby. Le cambiaron el nombre a Kenia y la recibieron con gran amor en su casa.
Después de eso volví a mi minúsculo departamento con mi mestiza, feliz de haber acogido por unos meses a un miembro de la aristocracia perruna.
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